La temida invasión alertada por Estados Unidos y sus aliados ha tomado forma este 24 de febrero. Tras el ingreso de tropas rusas a territorio ucraniano y las explosiones en distintas ciudades, incluida Kiev la capital, Ucrania denuncia una “invasión a gran escala” y advierte que se defenderá. Con su poderío militar Vladimir Putin contrarresta la influencia de Occidente en Europa del Este y reimpone control sobre su antiguo aliado en la desaparecida Unión Soviética.
Es el mayor colapso al orden europeo después de la Guerra Fría. Las tropas rusas penetraron más allá del este de Ucrania, tras registrarse explosiones este 24 de febrero en ciudades como Lviv, Mariupol, Kramatorsk y Kiev.
Se cumplen las advertencias de Estados Unidos y el territorio ucraniano vive una “invasión a gran escala”, denuncia el Gobierno de Volodímir Zelenski. El presidente ruso, Vladimir Putin, lo define como “una operación militar especial” y dice que no busca ocupar a Ucrania sino “desmilitarizarla”.
Pero lo cierto es que el fuerte despliegue castrense de Rusia dentro de su vecino país es evidente y se extiende no solo en la región del Donbass. Las tropas de las dos naciones combaten en torno a Odesa, puerto clave del sur ucraniano.
Vehículos blindados y camiones militares circulan por el centro de la capital ucraniana, mientras cientos de ciudadanos intentan huir en sus vehículos hacia el oeste del país. Otros hacían largas filas con la esperanza de sacar dinero y abastecerse de suministros.
El enorme embotellamiento en las carreteras de quienes buscan salir de la ciudad contrasta con la desolada Plaza de la Independencia de Kiev, en el centro de la urbe y usualmente transitada por decenas de personas.
“Me voy porque ha comenzado una guerra, Putin nos atacó (…) Tenemos miedo de los bombardeos», dijo Oxana, conductora de uno de los autos que quedó atrapada en el tráfico con su hija de tres años en el asiento trasero.
¿Los últimos movimientos que alertaron del conflicto? Las amenazas pasaron a los hechos, tras meses de la movilización de al menos 150.000 tropas rusas, según los cálculos de EE. UU., en el noreste, este y sur de Ucrania. También después de semanas de advertencias de Washington y sus aliados occidentales sobre una inminente invasión.
Las bases quedaron sentadas en el terreno el pasado 22 de febrero cuando Putin ordenó el ingreso de sus tropas a las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, en el este ucraniano, después de la anexión de Moscú a la península de Crimea en 2014. El pasado lunes, el líder del Kremlin reconocía formalmente a las zonas secesionistas controladas por los separatistas prorrusos y respaldados por Moscú.
“El momento más oscuro de la historia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”
Se reportan informes de que las tropas rusas buscan llegar rápidamente hasta la capital ucraniana.
Kiev pidió formalmente a Turquía, punto geoestratégico clave y aliado de la OTAN, que cierre a los buques rusos el acceso por el Mar Negro. Además, Zelenski impuso la ley marcial y ofreció a sus ciudadanos armarse para defenderse.
“Nos encontramos en el momento más oscuro de la historia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial”, subrayó el jefe de Política Exterior de la Unión Europea.
Mientras tanto, Putin lanzó una advertencia frontal: “les insto a que depongan sus armas de inmediato y se vayan a casa. Lo dejaré claro: todos los militares del Ejército ucraniano que cumplan con esta demanda podrán abandonar libremente la zona de combate y regresar con sus familias. Insisto en que toda la responsabilidad por el derramamiento de sangre recaerá sobre la conciencia del ‘régimen’ gobernante en Ucrania», afirmó en un discurso televisado.
La expansión de la OTAN vs la influencia de Rusia en Europa del Este
La mayor crisis de seguridad en Europa en los últimos años es un hecho. Y con ello reaparece la medición de fuerzas entre dos viejos oponentes de la Guerra Fría: Estados Unidos y Rusia, junto a sus respectivos aliados.
Por un lado, Washington y Bruselas lanzan reprimendas contra Moscú al acusarlo de violar la soberanía de su nación vecina. Por el otro, el Kremlin ha desatado su ira contra las fuerzas occidentales de la OTAN, a las que acusa de ampliar su influencia hacia sus fronteras.
En el fondo, Putin ha dejado claro a Occidente que desista de la ampliación de su presencia en Europa del Este y se aleje de su antiguo aliado en la desaparecida Unión Soviética con el que comparte orígenes étnicos y culturales, pero sobre todo es un punto estratégico en el Mar Negro que no está dispuesto a perder.
Desde el pasado 17 de diciembre, el Kremlin entregó una lista de exigencias al Gobierno de Joe Biden y a la OTAN a cambio de reducir las tensiones. Se destacan: las garantías de que Ucrania nunca se uniría a la alianza militar y que la organización repliegue sus tropas a donde se encontraban antes de 1997. Es decir, antes de que otras naciones que eran satélites soviéticos se unieran, como Polonia y Rumania.
No obstante, los pasos de Kiev reprochados por Moscú quedaron solo en intenciones antes de que Putin procediera militarmente. Algunos expertos políticos indican que esta no sería la expansión de la OTAN sino la ampliación del dominio ruso en Europa del Este.
La Unión Soviética cayó en 1991, pero eso no significa que Moscú haya perdido de vista a sus antiguos aliados y su influencia en la región. Putin ha vuelto a apelar a la batería militar y nuclear de su nación.
«En cuanto a las fuerzas armadas, incluso después del colapso de la Unión Soviética y la pérdida de gran parte de sus capacidades, la Rusia moderna es una de las potencias nucleares más poderosas del mundo. Además, tiene algunas ventajas de poseer las armas más avanzadas. Nadie debe tener ninguna duda de que un ataque directo a nuestro país conducirá a la derrota y a terribles consecuencias para cualquier agresor potencial», advirtió Putin, tras lanzar su operación contra Kiev.
El Kremlin ha tomado el pulso en los llamados «conflictos congelados» para extender su alcance más allá de las fronteras de su país. Durante las últimas tres décadas, ha respaldado un régimen prorruso en la región disidente de Moldavia, Transnistria. En 2008, lanzó una invasión convencional en Georgia en apoyo de los gobiernos separatistas de Osetia del Sur y Abjasia, dos provincias con gran población de habla rusa.
Seis años después, en 2014, Rusia se anexionó la entonces provincia ucraniana de Crimea y desde entonces ha respaldado a los secesionistas en el Donbass.
Del otro lado, la OTAN, liderada por Estados Unidos, calificó de “inaceptables” las exigencias del Gobierno ruso de retirarse del este de Europa y defendió el derecho soberano de cada país para decidir si se une o no a su organización.
La Alianza del Tratado del Atlántico Norte ha fortalecido su presencia en Polonia, frontera oeste de Ucrania; Estonia, Letonia y Lituania exrepúblicas soviéticas, al occidente de Rusia.
Además, ha aumentado sus defensas en la región del Mar Negro, cerca de Bulgaria y Rumania. Dos países de los que Putin le exige a la OTAN que retire sus tropas, señalando riesgos para su seguridad.
No obstante, varias horas después del ataque ruso no hay tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) dentro de Ucrania. La alianza ya había señalado ese escenario debido a que Kiev no forma parte de la organización.
Sin embargo, varios de sus países miembros como Estados Unidos y Reino Unido han armado al Ejército ucraniano y la alianza fortaleció su presencia en países exsoviéticos cerca de las fronteras con Rusia como Letonia, Rumania y Bulgaria, que ahora forman parte de la organización liderada por Occidente.
Sanciones económicas y diplomacia, las herramientas de Occidente que no disuaden a Putin
Vladimir Putin ha demostrado que las sanciones económicas y la batería diplomática lanzada desde Occidente no lo hacen desistir de sus objetivos.
Moscú ya preparaba sus acciones militares, mientras Estados Unidos y la Unión Europea aún debatían esta semana sobre el momento apropiado para lanzar la primera ronda de sanciones “dolorosas” contra Rusia.
Las primeras entraron en vigor el miércoles 23 de febrero, pero para entonces los soldados rusos ya se adentraban en el este ucraniano.
Este jueves, la UE anunció que un próximo segundo paquete de medidas afectará gravemente a la economía de Rusia.
«Estas sanciones suprimirán el crecimiento económico de Rusia, aumentarán los costos de endeudamiento, aumentarán la inflación, intensificarán la salida de capital y erosionarán gradualmente su base industrial (…) Nuestras medidas debilitarán la posición tecnológica de Rusia en áreas clave en las que la élite obtiene la mayor parte de su dinero, desde componentes de alta tecnología hasta software de última generación”, sostuvo la presidenta de la Comisión Europea (CE) Ursula von der Leyen.
La lista de sancionados no incluye directamente a Putin, quien por ahora tiene el control.
Durante los últimos dos meses, el canciller ruso, Sergei Lavrov, y el propio Putin sostuvieron algunos encuentros diplomáticos con los líderes de Occidente como el presidente Emmanuel Macron, y el canciller alemán, Olaf Scholz, que se mostraban optimistas a una salida negociada.
El Kremlin ganó tiempo y esta semana Putin dio un baldazo de agua fría a esa posibilidad cuando aseguró que los Acuerdos de Minsk “ya no existen”.
Se trata del pacto firmado en 2015 para intentar resolver el conflicto entre Kiev y los rebeldes separatistas prorrusos y que Putin y su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, se comprometieron a respetar, pese a las tensiones. Era la alternativa a la que apelaba Macron.
Putin esquivó hasta último momento una reunión directa con Joe Biden, cuyo Gobierno había ofrecido negociar acuerdos de transparencia en la región para rebajar las preocupaciones de Rusia.
Ahora, y pese a las retaliaciones, Rusia seguiría teniendo acceso a partes de la economía global, principalmente si China está de su lado, cuyo Gobierno se muestra cada vez más cerca del Kremlin.
Washington y Bruselas insisten en golpear al Kremlin con sanciones, pero Putin subraya que las medidas lanzadas en contra de su país terminarán por perjudicar a Occidente, especialmente por la fuerte dependencia de Europa en el gas ruso.
Rusia amplia su influencia y se alza frente a Occidente, mientras Estados Unidos evita enfrentarse directamente en el terreno militar, algo impensable en la Guerra Fría.