FILOSOFÍARELIGIÓN

¿Los socialistas, enemigos de la familia?

¿O cómo se explicaría la tenacidad del sacrificio del proletario que lucha por la liberación de su clase, si se le quitara el amor, la angustiada preocupación por el futuro de los hijos?”. Antonio Gramsci

Los socialistas a menudo aún son presentados como los enemigos de la familia. Este es uno de los lugares comunes, uno de los prejuicios antisocialistas más arraigados y generalizados, especialmente entre las clases populares que menos conocen nuestras doctrinas, nuestros ideales, porque la fe en la redención de los hombres de la esclavitud económica no ha suscitado la simpatía que es necesaria para comprender, incluso sin estudios, a un movimiento social, y la carencia de toda cultura hace que no conozcan objetivamente lo que se proponen los socialistas, y de qué forma quieren que sean implementadas sus intenciones.

La familia es, en esencia, un organismo moral. Es el primer grupo social que va más allá del individuo, que impone al individuo obligaciones y responsabilidades. Su estructura ha cambiado a lo largo de la historia. En el mundo antiguo incluía, además de padres e hijos, también a los esclavos, a los clientes, a los amigos. Siendo también órgano de defensa y de tutela social, en la familia antigua se reagrupaban en torno a un hombre poderoso y rico no sólo su esposa y sus hijos, sino también todos aquellos que por sí solos eran incapaces de defender y proteger sus intereses jurídicos, económicos y morales y se veían obligados a subordinarse a un poderoso, correspondiéndole con servicios de mayor o menor importancia los beneficios de la seguridad y la libertad personal que recibían.

A medida que a lo largo de la historia fue reforzándose la idea y la institución del Estado, los individuos adquirieron la posibilidad y el derecho a la seguridad y a la libertad, fuera de la institución familiar. La familia se redujo a su núcleo natural, los padres y la prole, pero, más allá de ser órgano de vida moral, sigue siendo un órgano de defensa y tutela biológica y social. En esta doble función residen los defectos de la familia tal como está actualmente constituida. Para nosotros, los socialistas —al menos para aquellos, y son la mayoría, que no sienten Estadolatría sin sentido y no creen en absoluto que en el régimen socialista la educación de los hijos deba ser confiada a las instituciones del Estado, impersonales, de funcionamiento burocrático y mecánico—, la familia debe ser reintegrada a su única función moral, de preparación humana, de educación civil. La familia actual no puede cumplir con esta tarea. La principal preocupación de los padres ya no es la de educar, la de enriquecer a la descendencia con los tesoros de la experiencia humana que el pasado nos ha dejado y que el presente sigue acumulando. Es, en cambio, la de proteger el desarrollo fisiológico de la prole, de asegurarle los medios de subsistencia, de asegurarle esos recursos también para el futuro. La propiedad privada ha surgido precisamente por eso. El individuo, al convertirse en propietario, ha resuelto el angustioso problema de proporcionarles una vida segura a sus hijos, a su esposa. Pero la solución que la propiedad privada ha dado a este problema es una solución antihumana; la seguridad para la prole se convierte en un privilegio de pocos, y nosotros los socialistas queremos que no sea así, que todos los nacidos de madre estén protegidos durante su desarrollo fisiológico y moral, que todos los nacidos de madre sean iguales frente a los peligros, a las dificultades del entorno natural, y que todos tengan las mismas oportunidades para encontrar los medios necesarios para educar la propia inteligencia, para dar a toda la comunidad los frutos máximos del conocimiento, de la investigación científica, de la imaginación que crea la belleza de la poesía, de la escultura, de todas las artes. La abolición de la propiedad privada y su reconversión en propiedad colectiva, por lo tanto, sólo podrá hacerse si la familia es lo que está destinada a ser: órgano de vida moral. En el régimen colectivista, la seguridad y la libertad estarán garantizadas para todos indistintamente: los medios necesarios para la tutela de los niños estarán garantizados para todos. Los padres ya no se sentirán perseguidos por la angustiosa búsqueda del pan para sus hijos, y podrán ejercer en paz su tarea moral de educadores, de transmisores de la antorcha de la civilización de una generación a otra, del pasado al futuro.

¿Los socialistas, los proletarios, enemigos de la familia? ¿O cómo se explicaría la tenacidad del sacrificio del proletario que lucha por la liberación de su clase, si se le quitara el amor, la angustiada preocupación por el futuro de los hijos? El burgués se cansa y se desgasta en pos del enriquecimiento personal para construirse una propiedad que transmitir a sus hijos. Pero su cansancio, el desgaste de su fibra no está iluminado por un ideal universal; está oscurecido por el privilegio que desea perpetuar, por la exclusión que quiere determinar. El proletario lucha y se desgasta porque quiere dejarle a sus hijos mejores condiciones de existencia y de seguridad colectivas: realiza los sacrificios más dolorosos, lleva a cabo, si es necesario, hasta el sacrificio de la propia vida, porque quiere crear para su prole un futuro de paz y de justicia, en el que encuentren garantizados por igual, sin ningún tipo de exclusión, los medios de subsistencia, de desarrollo intelectual y moral, y que puedan transmitir estos medios, aumentados, a los que vengan tras ellos. ¿Quién ama más a la familia? ¿Quién se preocupa más por su consistencia racional y moral? Y sin embargo, los socialistas seguimos y seguiremos durante un tiempo siendo, para los estúpidos y los ignorantes, los acérrimos enemigos, los traidores más arteros.

 

Fuente :
*Publicado por primera vez en Julio de 1917, bajo el titulo "Un deber moral [La familia]". El texto fue tomado de la publicación de los escritos de Antonio Gramsci editada por Sergio Caprioglio para Giulio Einaudi Editore.

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