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¿Es la escuela un centro de adoctrinamiento? Noam Chomsky lo explica

El diálogo entre Donaldo Macedo y Noam Chomsky revela una crítica profunda al sistema educativo y su papel en la perpetuación de las estructuras de poder. A través de un análisis detallado, ambos intelectuales desentrañan cómo las escuelas, lejos de fomentar el pensamiento crítico, funcionan como mecanismos de control social. Este artículo explora sus reflexiones sobre el caso de David Spritzler, un niño de doce años que desafió el sistema, y cómo este episodio ilustra la hipocresía y el adoctrinamiento inherentes a la educación formal.

El caso de David Spritzler: Un niño que vio la hipocresía
David Spritzler, un estudiante de doce años de la Escuela Latina de Boston, se negó a pronunciar el Juramento de Fidelidad, argumentando que era una «exhortación hipócrita al patriotismo». Para Chomsky, este caso es emblemático: «Un niño de doce años pudo detectar la evidente hipocresía del Juramento, mientras que sus maestros y administradores, supuestos intelectuales, no lo hicieron». Macedo se pregunta por qué los educadores, formados para pensar críticamente, son incapaces de ver lo que un niño percibe con claridad. Chomsky responde: «Es el resultado del adoctrinamiento tendencioso que se lleva a cabo en nuestras escuelas».

La escuela como centro de adoctrinamiento
Chomsky no se sorprende de que los maestros exijan obediencia en lugar de fomentar el pensamiento independiente. «Las escuelas son centros de adoctrinamiento y obediencia impuesta», afirma. Según él, el sistema educativo está diseñado para socializar a los estudiantes de manera que respalden las estructuras de poder. «En Harvard, por ejemplo, no solo aprendes matemáticas; aprendes qué se espera de ti como graduado de Harvard, cómo comportarte y qué preguntas no hacer jamás». Esta socialización, dice Chomsky, recompensa a quienes se ajustan al sistema y margina a quienes lo cuestionan.

Harvard vs. MIT: Dos enfoques diferentes
Chomsky contrasta Harvard con el MIT, donde él trabaja. «Harvard forma a la gente que gobierna el mundo; el MIT forma a los que lo hacen funcionar», explica. Aunque el MIT es una institución más técnica y menos preocupada por el control ideológico, Chomsky reconoce que tampoco escapa a su función institucional: «Oculta la mayor parte de la verdad sobre nuestro mundo y nuestra sociedad». Sin embargo, el MIT permite más espacio para el pensamiento independiente, algo que Chomsky valora profundamente.

La democracia y la propaganda en las escuelas
Macedo y Chomsky coinciden en que las escuelas estadounidenses bombardean a los estudiantes con propaganda a favor de la democracia. «Si la escuela fuera verdaderamente democrática, no sería necesario machacar a los estudiantes con tópicos sobre la democracia», afirma Chomsky. La realidad, sin embargo, es que el sistema educativo está diseñado para apoyar los intereses de la clase dominante. «Las escuelas fueron creadas para adoctrinar a los jóvenes en los valores e intereses de los más ricos y poderosos», añade.

El papel de los intelectuales en el sistema doctrinal
Chomsky critica el papel de los intelectuales en la perpetuación del sistema doctrinal. «Los intelectuales ofrecen un servicio similar al de un carpintero: hacen lo que se espera de ellos», dice. En su opinión, la mayoría de los intelectuales no son más que «comisarios» que defienden los intereses de los poderosos. Macedo añade: «Han interpretado un papel vergonzoso a lo largo de la historia, apoyando genocidios, esclavitud y explotación».

La objetividad como herramienta de distorsión
Chomsky y Macedo discuten el uso de la objetividad como una cobertura para distorsionar la verdad. «Muchos intelectuales utilizan la pretensión de objetividad para ignorar factores inconvenientes», explica Chomsky. Macedo cita a Paulo Freire, quien describe a estos intelectuales como personas que «llevan guantes y mascarilla para no contaminar ni ser contaminados». Chomsky añade: «Llevan anteojeras que les impiden ver lo evidente».
La responsabilidad de los maestros

Chomsky insiste en que la responsabilidad de los maestros es decir la verdad. «Es un imperativo moral averiguar la verdad y difundirla», afirma. Sin embargo, advierte que decir la verdad al poder es una pérdida de tiempo. «Lo importante es hablar con los estudiantes, no a ellos. El aprendizaje verdadero consiste en descubrir la verdad, no en memorizarla».

El «rebaño desconcertado» y la clase especializada
Chomsky utiliza el término «rebaño desconcertado», acuñado por Walter Lippmann, para describir a la mayoría de la población. «La clase especializada, que representa un porcentaje ínfimo de la población, toma las decisiones y mueve los hilos», explica. Las escuelas, según Chomsky, están diseñadas para mantener al «rebaño» bajo control, adoctrinándolo en los valores de la ideología dominante.

Chomsky y Macedo analizan cómo la censura funciona en las sociedades democráticas. «En los estados totalitarios, controlas al rebaño con fuerza bruta; en las democracias, lo haces con propaganda», dice Chomsky. La autocensura, según él, comienza en la escuela, donde se aprende a obedecer en lugar de pensar. «La escuela no es el único sistema de adoctrinamiento; los medios de comunicación también juegan un papel crucial», añade.

La educación como herramienta de liberación
Chomsky y Macedo concluyen que la educación debe ser una herramienta de liberación, no de opresión. «La obligación de cualquier maestro es ayudar a sus estudiantes a descubrir la verdad por sí mismos», afirma Chomsky. Macedo añade: «Solo así podremos desafiar las estructuras de poder y construir una sociedad más justa». Este diálogo es un llamado a repensar el papel de la educación en la formación de ciudadanos críticos y conscientes.

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