El mundo un día amaneció con una noticia que se replicaba en diferentes medios, desde los más locales y desconocidos, hasta medios internacionales y hegemónicos: el nacimiento del ChatGPT. Bien es cierto que esta inteligencia artificial no surgió por generación espontánea, y que su segregación en el mundo de masas se dio paulatinamente, sin embargo, en cuestión de algunas semanas, esta herramienta tecnológica acaparó el debate mundial, y los efectos socioculturales de su derramamiento en el mundo, derivó en que los debates fueran arrancados de las fronteras tecno-científicas, para comenzar a ser parte de debates sociológicos, filosóficos y cotidianos.
El ChatGPT es solo el rostro actual más visible de todo un fenómeno que lleva décadas experimentándose y perfeccionándose: La Inteligencia Artificial. Múltiples han sido las lecturas que la sociedad ha hecho sobre estos avances técnicos, y las expresiones culturales de los mismos, dan una mirada del cómo es que el mundo -entendiendo al mundo en este sentido, como un grueso cultural apartado de la tecnocracia y, por ende, ignorante de las verdaderas funcionalidades técnicas de un avance tecno-científico- se enfrenta a los demonios instrumentales (y que instrumentalizan) que son las nuevas tecnologías de la información, que generan profundos cambios culturales e históricos.
Desde Hal de Odisea 2001, pasando por los arquetipos tecno-científicos de William Gibson, con Neuromante, o los androides de Phillip K. Dick, sin olvidar múltiples refinamientos que han surgido con el paso de las décadas, a través de las miradas de filmes como Ghost in the Shell, Ergo Proxy o Psycho Pass, pasando por Her y Ex Machina, las interpretaciones que se le dan a inteligencias diferentes a la humana, han sido diversas, algunas más benevolentes que otras.
Sin lugar a dudas, la Inteligencia Artificial es un tema que fascina, en buena medida debido al desconocimiento y misterio que hay con relación al tema, y la pregunta cultural y filosófica que surge sobre estos avances, una vez más tiene como referente a un sistema axiológico humano, dado a trazar fronteras morales entre conceptos y temporalidades, mismas fronteras que, mientras son vigentes, dan un formato claro sobre el caminar histórico de la humanidad en un sentido hegemónico, pero que cuando se difuminan, ya sea por una liquidez cultural, que autoaniquila desde dentro al oficialismo práctico y teórico, o por la formación de una fuerza opuesta emanada de las sombras de la cultura barbárica, fundada en una redención de las culturas vencidas -en una lógica fundada por el pensador Walter Benjamin-, esta pregunta es ¿En qué momento termina la técnica/máquina/avances tecno-científicos/inteligencias artificiales y comienza el ser humano?
La respuesta a la anterior pregunta no es única, y Philip K. Dick ofrecía una interesante lectura sobre este tema con su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, adaptada a la gran pantalla con la película Blade Runner. Esta pregunta, que podría ser vista como una acotada a un tema específico, no es más que una de las máscaras de la pregunta que ha marcado al momento histórico desde la modernidad ¿En qué momento termina el instrumento y comienza el ser humano? René Descartes y Galileo dieron un inicio simbólico a la tiranía antropocéntrica que la técnica y la formación histórica de las sociedades trazaba. La instrumentalización del ser humano fue un tema recurrente entre la propia escuela de Frankfurt, y su tradición marxista los hizo fundar la idea dialéctica de la ilustración (Adorno y Horkheimer) llegando así, a un boceto de respuesta: El ser humano instrumentaliza y es instrumentalizado, esto ofrece un marco teórico a la explicación del porqué del Holocausto, y yo, como autor, igualmente traslado elementos de este marco teórico para proponer que no solo el fascismo, sino las democracias liberales, siendo ambas parte de un momento histórico coproducido, tiene en esta instrumentalización, la razón de ser de las dos bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Las inteligencias artificiales , en sus marcos teóricos actuales, no superan la lógica instrumental, sino que la engrosan, al constantemente ser alimentadas de información que los seres humanos introducen en sus motores de aprendizaje, estas I.A. conceptualmente nos instrumentalizan como sus operadores/usuarios, generando con esto que no sean estas I.A. una extensión de las facultades humanas, sino que, al generar una dependencia unidireccional de nosotros a ellas, terminamos por ser una extensión de las I.A. lo que nos convierte en elementos caducos y prescindibles.
¿En el retorno al mito?
La sociedad de la información, del conocimiento, o la aldea global, son categóricos propuestos por pensadores de la segunda mitad del siglo XX, que han pronosticado a la información como potencia de cambio y principal objeto/símbolo fetiche y con valor. Marshall McLuhan y Jean-François Lyotard, establecieron, en diferentes espacialidades y temporalidades, las condiciones que estaban definiendo al momento humano posmoderno, uno cuya tendencia era cada vez más acelerada y multi-narrativa, sin cabida teórica para las grandes narrativas o metanarrativas. Esta aceleración de la sociedad y sus dinámicas históricas era tal, que McLuhan propuso a la luz como forma de información esencial, un elemento que viaja a una velocidad inapreciable para los sentidos humanos desnudos, pero completamente perceptible para sus extensiones técnicas (computadores, teléfonos, celulares, satélites, etcétera).
La Inteligencia Artificial parece ser un cambio de narrativa y velocidad visible, aunque no un cambio histórico en esencia, en tanto está dentro de la maquinaria hegemónica. Asimismo, en la lógica de la dialéctica instrumental, el desbordamiento de las I.A. por la sociedad de masas no implica una democratización de la técnica, de la misma forma en que el internet o las redes sociales no implicaron una democratización del conocimiento, sino una aceleración de las prácticas que generan valor en una sociedad que capitaliza la información, misma que posteriormente es utilizada para crear segmentos sociales, raciales, religiosos, electorales, políticos, generacionales, económicos, en otras palabras, para generar segmentos de consumo y así continuar un delineamiento del sujeto político ideal: Uno pasivo.
El capitalismo tardío, podría estar entrando en una etapa hiperacelerada, y nuevamente, los entes socioculturales más preparados para adaptarse a la nueva velocidad y capitalizar económica y políticamente las nuevas tecnologías y avances de la información, son los corporativos y conglomerados empresariales que, de forma astuta, saben leer los momentos de cambio de mejor manera y más a tiempo, que las arcaicas y perezosas burocracias políticas, de esta forma, y siendo estos entes los productores de estas mismas tecnologías y dinámicas, la única posibilidad histórica, con sujetos despolitizados y pasivos como ciudadanos, es la que marque quienes se encuentran en las élites económicas y políticas, en otras palabras, se suprime a la historia y cambio en un sentido dialéctico, al narcotizar y capitalizar los avances humanos, y desmembrando en segmentos consumistas, a las fuerzas sociales políticas.
Los entes empresariales y corporativos, se entienden y entienden al mundo como oportunidades en el mercado, sin tener en su profundidad ontológica (el ser del mercado) un real impulso ético, es así como la llegada de avances técnicos que economicen y reduzcan procesos y costos, para dinamizar su realidad, implica un directo y profundo cambio en las fuerzas laborales y -al estar enmarcados en un momento humano capitalista- de la sociedad y cultura misma.
La llegada de las Inteligencias Artificiales de fácil acceso y uso, implican la salida de operadores y generadores humanos de información, incompetentes en su individualidad frente a un ente técnico alimentado por millones de otros seres humanos, bien es cierto que una I.A. aún depende, en lo esencial, del ser humano, sin embargo, un proceso de tres pasos, llevado a cabo por tres tecnócratas/especialistas diferentes, puede ser reducido a un proceso de un solo paso, con un solo tecnócrata (¿Esta puede ser la venganza de la tecnocracia e hiperespecialización de los sujetos?), lo anterior ahorra para estos entes, recursos en un sentido amplio.
Si la mecanización en serie en un primer momento fordista, y la robotización en un segundo momento industrial, implicaron la extinción de ciertos empleos y la generación de otros más especializados, la llegada de la Inteligencia Artificial al grueso social, podría significar una extravagante síntesis de especialización y erudición, pues una misma persona podría programar, redactar, generar campañas publicitarias, guiones, sin necesariamente tener el conocimiento personal para hacer todo eso, pues solo se limita a dar instrucciones.
La llegada de la Inteligencia Artificial a los lugares de trabajo, tiene una entrada en una Sociedad de la Información que le permite ser, y esto tendrá implicaciones profundas que aún no se manifiestan, pues en este primer momento de frenesí, la verdadera teorización y lectura del fenómeno, aún no llega, no obstante, ya podemos vislumbrar que estos instrumentos están construyendo nuevos paradigmas y extinguen ciertas formas de creatividad, elemento humano y humanizante.
La humanidad no estaba preparada para la llegada de este tipo de Inteligencias Artificiales, sin embargo, el arribo y su penetración es ya inevitable, las preguntas que hoy surgen pueden ser ¿Está el mercado laboral preparado para soportar el impacto de las I.A.?, ¿Qué parámetros éticos utilizan las I.A. para regular sus procesos y respuestas?, la ética es un ejercicio humano, ¿Podemos hablar de ética en las I.A. programadas para aprender de forma aparentemente infinita y así formular una “ética” artificial?, ¿Cómo podrían ser utilizadas las I.A. como instrumentos de poder?, ¿Estas I.A. están alineadas a cánones morales específicos?, ¿Una I.A. realmente es un instrumento para la libertad, o al contrario, es un aparato coercitivo?, ¿Qué nuevas desigualdades se pueden generar con estos avances?, ¿Se debe de reformular el concepto de plagio y propiedad intelectual con el arribo de las I.A.?
Todo lo anterior puede devenir en una pregunta más general, como humanidad no especializada en estas tecnologías y programas ¿Qué sabemos sobre las Inteligencias Artificiales? La respuesta es clara: No lo suficiente.
El mito, de acuerdo a mitólogos y antropólogos como Joseph Campbell o James Frazer, podría ser definido, sin esto significar que se agota el concepto, como una forma que el ser humano, entregado a las fuerzas incomprensibles de la naturaleza, encuentra para explicar los acontecimientos del mundo mediante la generación de arquetipos y narrativas, el mito tiene su fin aparente, en el principio de la causalidad universal, y en la comprensión natural y científica de los fenómenos y noúmenos. En un sentido ilustrado, alineado al método científico, la “humanidad” (sea lo que sea que este concepto universal signifique), ha superado al mito al saber que las cosas tienen un principio y fin orgánico, sujeto a leyes que entendemos, es aquí donde hago una reflexión, si no entendemos a la Inteligencia Artificial, ni sus principios, origen y posible destino sujeto a leyes, ¿Podemos hablar de un retorno al mito? Esta pregunta no se limita a las I.A. sino a nuestro mundo inmediato, ¿Qué tanto conocemos sobre el mundo artificial que nos circunda?, ¿No estamos retornando al mito al dar a la realidad artificial y digital por dada, como algo apriorístico y no construido material y simbólicamente?
¿Qué es hoy la verdad?
La historia de la humanidad, ha estado llena de historias de búsquedas particulares de la verdad que se universalizan, la humanidad, desde su nacimiento con la interpretación que le ha dado al mundo, a través de la magia en una primera instancia, pero posteriormente con del mito, religión y finalmente de la ciencia, se ha desenvuelto de forma constante, siempre buscando una genealogía apriorística u orgánica la razón de ser del mundo, así, la verdad es contingente al momento histórico y, en buena medida, subordinada al estado de refinamiento de las técnicas de experimentación del mundo, ya sea que estas se encuentren dentro del paradigma científico, o que estas sean técnicas “alternativas” invalidadas por el momento metodológico de la investigación y del rigor científico.
Una constante -hasta el momento de la penetración sociocultural del ciberespacio en la cotidianidad-, es el fundamento material de la realidad para la producción/invención/representación de verdades, incluso cuando se habla del espíritu, de las ideas, o de la inmanencia, estos conceptos tienen una correlación dialéctica con la materialidad, pero tras la llegada del ciberespacio, el ser ya no se encuentra limitado por la experiencia tridimensional de la realidad, y en cierto sentido, superar las leyes físicas cartesianas, (de la misma forma en que la física habla de una física cuántica, no representable por la física clásica, con el ciberespacio tal vez podemos hablar de seres cuánticos, al menos simbólicamente). Con la llegada del ciberespacio, en conjunto con la dilución de un sistema axiológico, hemos abandonado el territorio de la representación, para entrar en el de la simulación, y así imponer al signo vacío como modelo de la realidad.
No han sido escasas las fotografías generadas con Inteligencia Artificial que han confundido a internautas, al hacer creer que estas mismas son verdaderas, es cierto que este fenómeno, llamado por muchos “posverdad”, no es propio de las Inteligencias Artificiales, ni exclusiva de los formatos gráficos, pero lo que hace diferente a este momento delineado por la I.A., es que si antes la creación de realidades simuladas podía estar contenida en sujetos que tenían el conocimiento técnico para producirla, hoy en día, esta se “liberaliza” para cualquiera con a acceso a una I.A., esto significa que la realidad y su sustento entran en un nuevo territorio de vulnerabilidad, que continuará expandiéndose en tanto no existan mecanismos que regulen a estos avances.
La introducción de la Inteligencia Artificial a la cultura, es un imperativo para replantear conceptos que se daban por supuestos, con divisiones conceptuales bien definidas, que hoy, se difuminan en el marchar progresivo de la realidad, y de su invasión a territorios fronterizos no explorados antes.
Regulación VS liberación VS suspensión
Lejos ha quedado esa época en donde se podía realizar una división tajante entre la realidad y la digitalidad, esa antigua frontera subordinaba lo digital a lo real/material, en un sentido cartesiano, la extensión de los cuerpos y su mecanicismo envuelto en una temporalidad y espacialidad, seguía siendo el motor de lo real, y, por tanto, de la historia, la digitalidad entonces, al no estar plenamente definida por este método científico, pasaba a ser una extensión de la realidad, en la virtualidad, sin que esto significara que lo digital tendría implicaciones directas en lo real, sino, que lo digital, sería tan solo, una consecuencia de lo real, hoy en día esta relación de subordinación, parece cuestionarse, al vivir en un mundo donde en ocasiones, lo digital precede a lo real, y retomando a Baudrillard, es la representación, y no lo real, lo que actualmente en ocasiones toma el lugar de lo real, en otras palabras, la simulación de lo real, ha pasado a tomar el lugar de lo real.
Es debido a lo anterior, que en una sociedad inmersa en los nodos de información, cualquier revolución digital tiene implicaciones profundas en lo real, y un cambio narrativo en la virtualidad, tendrá su reflejo directo en lo material. Las Inteligencias Artificiales que hoy han modificado, a través de la hiperaceleración, los procesos de trabajo propios de la globalización y de las sociedades de la información, han despertado fuerzas políticas adormecidas, me refiero a las fuerzas laborales que alimentan al mercado de la información con su trabajo.
Existe, actualmente, toda una fuerza laboral que, paradójicamente, está desmembrada y desarticulada de cualquier posibilidad de agremiación o sindicalización, debido a la propia naturaleza individualista de la información -pues la información es la masificación de los datos, el conocimiento, por otro lado, demanda de debate e intersubjetividad, de relaciones sociales y políticas, de ahí que diversos pensadores consideren que en un capitalismo neoliberal que tiene como unidad base al individualismo aislacionista, la posibilidad de trascender de sociedades de la información, a las sociedades del conocimiento, sean casi nulas-, lo cual deriva en una desprotección y vulnerabilidad por parte de las fuerzas laborales enjambre de esta etapa histórica. Estas fuerzas laborales son una parte orgánica de la posmodernidad, en la que esos sujetos ciudadanos globales, viven y trabajan sin una conexión real con el todo, especializados y digitales, laboran como creadores de contenido, diseñadores, mercadólogos, programadores, managers digitales, administradores, etcétera.
La pandemia producida por el SARS-CoV-2, fue un fenómeno global que le dio el impulso necesario al teletrabajo, un periodo en el que existió una migración masiva de burócratas de oficina hacia la casa, convirtiéndose en burócratas domésticos, las bondades que trajo el teletrabajo en diversos casos, serán balanceadas por el capital con la desvinculación laboral y política. Ante fenómenos culturales de alto impacto como lo es la Inteligencia Artificial, la cual vino a abrir un debate en torno al futuro del trabajo digital, pues la duda latente es si estas nuevas tecnologías, provocarán un desplazamiento y extinción masiva de puestos laborales, los trabajadores digitales solo se tienen a sí mismos, sin una organización política/sindical que pueda articularse para exponer los dilemas, y entrar en un periodo de negociaciones que beneficie a los trabajadores, el teletrabajo, hoy demuestra ser el fin del sindicalismo, y la desprotección de los trabajadores.
Ante el debate y posible reforma laboral que supone la llegada masiva de las I.A. en un momento laboral donde la norma es la carencia de contratos dignos y seguridad sociales, algunas preguntas resaltan y cuestionan a eso que se conceptualiza como progreso: ¿Quién se va a ir a huelga?, ¿Quién va a exigir sus derechos?, ante la posibilidad de un paulatino, pero pronunciado cambio del panorama laboral, en el que las personas se hacen aún más prescindibles ¿Quién va a exigir protección, sin contratos laborales, desde su propia casa, desarticulado política y laboralmente de otros?
La llegada de las I.A. golpea en un primer momento a una clase media y joven, cuya actividad laboral no es material, sino digital, en este sentido, podríamos vislumbrar una nueva crisis para este sector generacional y socioeconómico, ¿Está el mercado laboral listo para soportar este cambio?, o tal vez la pregunta debería ser, ¿Están preparados los Estados para sostener una posible ola de desempleo futura?
Las anteriores no fueron las razones que llevaron a diversas voces del campo científico y empresarial a firmar una carta que solicitaba detener, durante algunos meses, las pruebas abiertas con el ChatGPT, pues en su entendimiento, esta I.A. podría tener efectos muy negativos en la humanidad, a pesar de que esta propuesta está fundada en un miedo legítimo, es difícil concebir que empresarios como Elon Musk o Steve Wozniak estén genuinamente interesados por la libertad y bienestar humanos, más que por beneficios de mercado, no obstante, esta carta monta un precedente acerca de la urgencia de regular estos avances, (es curioso mirar como representantes del capital y del mercado solicitan medidas regulatorias cuando no se están beneficiando del momento socioeconómico). La regulación de la Inteligencia Artificial, viene a sumarse a otros temas que urgen de ser regulados en el entorno digital, pues su carencia de normativas, los convierten en potenciales herramientas/fuerzas coercitivas, y generadoras de nuevas desigualdades, aun con esta urgencia, se puede formular otra pregunta ¿Cómo es posible legislar con formatos y procedimientos burocráticos tradicionales, a una realidad hiperacelerada y diariamente cambiante?
El debate liberación vs regulación, es un debate neoclásico trasladado al ciberespacio, ¿Qué significaría una liberación de estas tecnologías? vs ¿Qué implicaría una regulación y desde dónde se regularía?, sin duda alguna, este es un tema nada sencillo de abordarse, pues existen argumentos fuertes para apoyar cualquiera de las posturas, no obstante, la I.A. al estar moviendo tantas fuerzas sociales y políticas, es un tema que debe de abordarse desde el debate crítico y maquetar posibles respuestas a preguntas tan sensibles como: ¿Qué sucederá con los centros educativos?, ¿Están preparados para sostener este avance técnico que es y será utilizado por el alumnado?, ¿Los productos de esta tecnología están al margen o fuera de los límites de la propiedad intelectual?, ¿Qué profundas reestructuraciones sufrirá el mercado laboral?
En el umbral de la transición
¿Qué puede ser histórico cuando en la posmodernidad diariamente acontecen sucesos históricos? En una realidad de este tipo, cuestiones que hace siglos habrían iniciado revoluciones, hoy se entienden como sucesos tendencia, en otras palabras, intrascendentes. Las Inteligencias Artificiales hoy están revestidas con el velo de “la tendencia”, una tendencia por su propia naturaleza gaseosa, está destinada a ser olvidada al comienzo de las siguientes, en este sentido, el tema coyuntural que significan hoy las I.A. pasará a ser parte de la basura informática y ciberespacial el día de mañana, sin embargo, como sociedad, experimentaremos sus efectos paulatinos y agudos en todas las dimensiones de nuestra vida. La tendencia avasallante narcotiza y adormece la capacidad de reacción política, y el debate es intercambiado por la opinión líquida. La Inteligencia Artificial, en su derramamiento cultural, tendrá implicaciones reales y profundas, (¿Podríamos hablar de un cambio de etapa productiva?), sin embargo, aún estamos en el inicio de la misma, atravesando el umbral hacia una siguiente realidad, ni siquiera teorizando, sino soñando con posibilidades de futuro. Lejos se encuentran las I.A. de tener consciencia, tal como la ciencia ficción nos las introduce, pero estamos muy cercanos a las consciencias que actualmente orquestan este cambio de paradigma sociocultural masivo, y el rol de las Humanidades y Ciencias Sociales, es seguir estos cambios de cerca, para cuestionar dogmas, criticar paradigmas, proponer alternativas y revolucionar realidades.