Hay experiencias que nos cambian la perspectiva de la vida y otras que son memorables por ser únicas o especiales. En mi caso, una de estas experiencias fue una combinación de ambas cosas porque fue una experiencia irrepetible por su honor y trascendencia, pero al mismo tiempo me sirvió para poder comprender mejor lo importante del Espíritu Santo en nuestro entendimiento de Dios. Recibí un gran privilegio, pero no se compara con el que tenemos todos nosotros en todo momento y que recibimos por la gracia divina. Esto hace que la Biblia sea especial y que el Espíritu Santo que mora en los hijos de Dios sea esencial para nuestra vida.
Mis estudios universitarios fueron en literatura y el momento culminante de mi vida literaria creo se dio en 1996 cuando tuve el privilegio de pasar unos días con el gran escritor colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura en 1982 y uno de los pioneros del movimiento literario latinoamericano llamado «realismo mágico.» Este suceso se dio porque en 1993 García Márquez y el escritor mexicano Carlos Fuentes decidieron donar el dinero de una beca que habían recibido para establecer la Cátedra Julio Cortázar en la Universidad de Guadalajara, México. Este dinero ha servido para que desde ese tiempo y hasta la actualidad muchos eruditos hayan podido ofrecer conferencias y simposios a través de esta Cátedra.
En 1996 García Márquez organizó un curso llamado «un escritor en su laberinto» en el que por varios días un grupo selecto de escritores, profesores y estudiosos de su obra literaria pudieron conversar y aprender de este genio de la literatura universal. Angélica, mi novia en ese entonces y ahora mi esposa, y yo fuimos los únicos estudiantes que tuvimos el privilegio de formar parte de este grupo selecto. Fue una experiencia inolvidable en sí misma, pero aún más por una historia que García Márquez compartió y que después me ayudó a comprender mejor lo importante que es el Espíritu Santo para la lectura de la Biblia y nuestra comprensión de Dios.
Durante el curso García Márquez compartió anécdotas sobre sus diferentes obras literarias. Una de ellas, El coronel no tiene quien le escriba, cuenta la historia de un coronel retirado que cada semana va a la oficina de correos con la ilusión de recibir una carta en la que le anunciaran la llegada de un dinero que le cambiaría el estado de pobreza y abandono en el que vivía. Esa carta no llegaba y su esposa le reclamaba su ingenuidad y falsa esperanza. El coronel tenía un gallo al que su esposa le pedía vendiera para poder recibir un poco de dinero.
Al hablar sobre El coronel no tiene quien le escriba, García Márquez nos compartió que cuando uno de sus hijos se encontraba estudiando literatura en el colegio, su profesor les asignó leer esta novela. Después durante la clase, este profesor les explicó a los alumnos que el gallo era el personaje principal de la novela. De hecho, a través de la clase el profesor argumentaba que la explicación de la novela se encontraba a través del gallo a quien el autor había colocado en un lugar primordial, aunque de manera encubierta. Al final de día, el hijo de García Márquez fue a su casa y le comentó a su papá que ese día habían hablado de él en la escuela. Le dijo que su profesor de literatura les había dicho lo importante que era el gallo en la novela y le preguntó si era verdad la teoría de su profesor sobre el gallo a lo que García Márquez respondió sorprendido: «gallo, ¿cuál gallo?» «¡Nunca había oído esta explicación y no tengo la menor idea sobre lo que tu profesor les explicó!»
García Márquez compartió esta historia para explicar el porqué no confiaba ni leía la critica literaria sobre sus obras ya que según él se basaba solamente en suposiciones imaginarias. A mí me hizo pensar que todos los alumnos de su clase, incluyendo al profesor, se habían quedado con una falsa impresión de la novela. Solamente una persona tenía acceso directo al autor para preguntarle sobre el verdadero significado de la novela. En lugar de quedarse con la duda, el hijo de García Márquez podía conversar libremente con su padre sobre sus escritos.
De la misma manera, los cristianos podemos acercarnos libremente a nuestro Padre Celestial para entenderlo mejor. De hecho, la Biblia es el único libro en el mundo en el que tenemos acceso directo al autor por medio del Espíritu Santo. La Biblia es la Palabra de Dios porque los autores humanos fueron inspirados por el Espíritu Santo: «Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo» (2 Pedro 1:21). Dios mismo es el autor de las Escrituras por lo que ahí encontramos la revelación divina. Además, el Espíritu Santo mora en los creyentes y una de sus funciones ayudarnos a comprender mejor el mensaje de Dios en la Biblia en lo que teologicamente se llama iluminación: «Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los hombres» (Efesios 1:17-18).
Así que, por la gracia de Dios todos los cristianos tenemos al Espíritu Santo quien no solamente inspiró la Biblia sino que nos ayuda a entenderala mejor. El Espíritu Santo está presente contantenmente en nuestras vidas y siempre tenemos acceso libre a su presencia para entender mejor a Dios, para vivir la vida en plenitud y para mostrar el amor de Dios a los demás. Mi experiencia con Gabriel García Márquez fue memorable, pero mi experiencia con el Espíritu Santo es constante y crece cada día. ¡Qué placer y qué privilegio es el Espíritu Santo para todos nosotros!